Los centros de protección de menores están inmersos en una realidad socio económica y cultural determinada, que obliga a tener presente el abanico de oportunidades y dificultades que la sociedad ofrece, para articular los medios que faciliten el proceso de sociabilidad de los y las menores. Y por ello, se puede considerar que la articulación social tiene tres vertientes:
• La relación del y la menor con el entorno inmediato (escuela, centros de salud, recursos lúdicos y deportivos, trabajo, comercios, vecindario, grupos de amigos, etc.).
• La participación activa del centro en los recursos de la comunidad de tal manera que el centro sea considerado “parte de”.
• El conocimiento de las costumbres y valores de uso social tanto de la sociedad mayoritaria, y los grupos generacionales, como de las micro sociedades minoritarias y los grupos generacionales e ideológicos que pueden tener incidencia hegemónica en un momento dado, sobre profesionales y menores como ciudadanos y ciudadanas.
Por lo tanto, la articulación social hace referencia a la relación que el centro y los y las menores establecen con los recursos externos al centro pero, sobre todo, tiene que ver con el realismo social del que tendría que estar también nutrido nuestro quehacer: pensamiento juvenil, costumbres, ideologías emergentes y explicitas, “modus vivendi” generacional, etc.
- Adquirir conocimientos necesarios para facilitar al menor un aprendizaje correcto de los principales valores y actitudes aceptados por el grupo social para su correcto desarrollo y relación en el mismo.
- Obtener un conocimiento de los principales procesos de socialización del individuo.
- Reconocer el proceso de socialización primaria como elemento fundamental en el aprendizaje de valores y actitudes y, en menor medida de contenidos. Así mismo, el alumno debe ser capaz de reconocer el proceso de socialización secundaria como elemento fundamental en el aprendizaje de contenidos y en menor medida, de valores y actitudes.
- Concienciar al alumno de la importancia de reconocerse como elemento fundamental del proceso de aprendizaje de valores y actitudes.
- Dotar al alumno de los conocimientos, habilidades y competencias necesarias para una óptima atención e intervención en valores.